Extracto de la Tesis Filosófica “Ecología Franciscana” por Fray Jonathan García Zenteno, OFM Conv.
Para mantener una clasificación ordenada de las ecologías que nos presentan información de la casa (oikos) y los seres que se contienen en esta, me he permitido realizar un esquema que, de un modo “parsimonioso (- principio de parsimonia- manera simple de dar una explicación a los fenómenos que se presentan)”[1], divide los distintos tipos de ecología, por muy variados que parezcan, en dos grupos, (Ecología de Conjunto y Ecología Interna) y de esta manera tener a la mano los aportes de ecología que nos han legado los distintos personajes que han trabajado en esta área de conocimiento.
[1] Vos, Antonie, The Philosophy of John Duns Scotus, Edinburgh: Edinburgh University Press, 2006. ISBN 9780748624621. Desde: http://www.euppublishing.com/doi/abs/10.3366/jsp.2010.0007. Visto el 23 de febrero de 2015.
Ecología de Conjunto.
Designo este tipo de ecología como la relación de un ser con otro que no es él mismo, sin importar especie o si es animado o inanimado.
La Ecología de Conjunto, como su nombre lo indica, supone más de una especie y se enfoca en la relación con el otro. Esta relación se puede dar de diferentes maneras según los seres que se encuentren interactuando (relación ad extra).
Ecología Interna.
Designo este tipo de ecología como la relación de un ser consigo mismo, específicamente el ser racional, abarcando sus distintos estadios, desde lo físico hasta lo espiritual.
Esta ecología parte del conocimiento de sí mismo. Y su efecto es para bien suyo y de los demás, pues al relacionarse consigo mismo (como primer paso) se identifica y se concibe en una posición determinada en la naturaleza, reconociéndose como parte de ella y no como dueño de la misma. Le es posible alcanzar esto porque el ser racional es el único que se cuestiona, que aprehende, que comprende, que propone, que actúa desde convicciones inmediatas o trascendentes. Por ello, con sus facultades[1], desde la Ecología Interna, la persona puede crearse una ética ambiental y, de este modo, concebirse con integridad para poder reconocerse como un ser digno (imago similitudo). Esta interiorización reflexiva (relación ad intra) es lo que lleva a la persona a respetarse y respetar a los demás con quienes se relaciona. Puesto que él mismo se ve como parte de la naturaleza, dentro del oikos.
[1] San Agustín, Tratado sobre la Santísima Trinidad, (Traducción de Arias, Luis) Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid, 1956, p. 78.
Esto es lo que nos explica de un modo más detallado el filósofo judío Emmanuel Levinas en su famosa obra Totalidad e Infinito. En sus palabras podemos verlo así: “Es necesaria la alteridad del mundo en identificación de sí”[1].
[1] Levinas, Emmanuel, Totalidad e infinito, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2002, p. 62.
Los otros del mundo de otras especies, me dicen que yo soy algo, pues así como soy capaz de ver a los demás, también puedo verme a mí, pero para que pueda crearme una identidad, es necesaria una alteridad con otro semejante a mí; es decir, aquel de mi misma especie. De este modo al encontrarme con otro como yo, puedo diferenciarlo de los otros que son distintos a mí (otras especies de seres) pero con la diferencia de que podré identificarlo de entre los otros y al mismo tiempo identificarme a mí, como he identificado a mi semejante, distinto de los demás. De este modo puedo reconocerme como imagen y semejanza del Ser trascendente e Infinito.