Día de la Conciencia Negra en Brasil
Fray Erick G. Marín Carballo vive con otros religiosos y laicos que forman parte de su equipo itinerante. Su vida en común es un ejemplo de santa sencillez. Me recordó cuando un hermano me dijo: “La intimidad es un lujo de ricos”. La oración compartida y la conversación durante las comidas transmiten la alegría interior del Evangelio. Esta alegría palpable es necesaria para mantener la tensión con el peso de las dificultades encontradas en el ministerio.
Una de las cosas más difíciles con las que nos encontramos Fray Erick y yo, y que comentamos después, fue la muerte de una mujer indígena. De regreso al interior, a bordo de un remolcador, nos detuvimos en una playa de Maués. A nuestro lado estaba la barca de una comunidad indígena muy lejana. El grupo indígena sacaba de la barca el cadáver de una mujer. Había muerto durante el viaje y la estaban depositando en la playa. Parecía estar sola, ya que todos los pasajeros habían desembarcado, dejando sólo a las autoridades locales para velar el cuerpo desde la distancia. Aunque Fray Erick y yo nunca supimos el nombre de la mujer, siempre recordaremos su rostro.
El Sínodo para la Amazonía habla de los “diferentes rostros de la realidad panamazónica” y, en particular, destaca la responsabilidad de la Iglesia en la orientación de los jóvenes con rostros e identidades indígenas, afrodescendientes y de otras etnias. En mis últimos días con Fray Erick y su equipo itinerante, fui testigo de cómo creaban una cultura de atención a los jóvenes de la ciudad. Marchamos con los jóvenes por las calles de su barrio (un lugar empobrecido que muchos consideran peligroso) para conmemorar el Día de la Conciencia Negra en Brasil, una efeméride que también pone de relieve los pueblos indígenas.
Durante la marcha, Fray Erick me contó sus impresiones sobre los jóvenes indígenas y sus familias que viven en la ciudad:
“Los niños están en la periferia pobre de la ciudad. Por ello, parte del ministerio de nuestro equipo itinerante se centra en ese grupo demográfico. A todos los niños se les enseña Capoeira, una expresión cultural que combina danza, acrobacia y lucha sin contacto. Sus orígenes se remontan a los esclavos africanos traídos a Brasil y recuerda su resistencia. Varios grupos itinerantes enseñan Capoeira en escuelas de barrio y centros asistenciales de la ciudad. Benefician a unos 150 niños y jóvenes que viven en situaciones de vulnerabilidad social, en contextos de drogas, violencia y dificultades familiares. Algunos de estos jóvenes son inmigrantes indígenas de Venezuela que no hablaban el idioma cuando llegaron a Brasil. Gracias a este programa, ellos y sus familias disfrutan de una mayor integración social. Aprenden el idioma al tiempo que mantienen y mejoran su patrimonio cultural. Esto les permite navegar en su nueva realidad con más y mejores herramientas. He comprobado que, gracias a la Capoeira, no sólo aprenden coordinación y actividad física, sino también a respetarse y cuidarse unos a otros. Cuando, debido a la intensidad del juego o a un accidente, se golpean, realizan inmediatamente un ritual en señal de cariño mutuo. Sólo después de realizar este ritual puede comenzar de nuevo el juego, bajo nuevas condiciones. Nuestro mundo necesita aprender este ritual. Gran parte de la motivación de nuestro servicio surgió al escuchar las historias de lucha y esfuerzo de estos jóvenes.
Antes de partir, tuve la oportunidad de hablar con Fray Erick y los miembros de su equipo sobre el trabajo de JPIC que la Orden realiza. Ambos nos alegramos de que otro de nuestros hermanos, Fray Rômulo Albuquerque, pudiera acompañarnos. También trajo a dos miembros laicos de nuestra Parroquia de Nuestra Señora de la Misericordia.
Los hermanos fueron muy generosos y ofrecieron a Fray Erick asistencia y apoyo fraternal.
– fray Michael Lasky OFM Conv.
Delegado general para Justicia, Paz e Integridad de la Creación