Los conventuales cantan alabanzas a Dios en compañía de todas sus criaturas. El amor de Francisco por la creación no era lindo ni simplista; más bien, Francisco vio en la creación una manifestación de la verdad, la bondad y la belleza del Creador. Apreciaba la naturaleza como fuente de Revelación Divina y las criaturas como ejemplos de lo que fueron creadas para ser.
El cuidado franciscano de la creación, entonces, es doble: un disfrute de la majestad del mundo creado por sí mismo, y una tutela protectora del mundo natural que reconoce nuestro lugar como administradores de algo que no es nuestro.