Como franciscanos conventuales, nuestro carisma nos llama a proclamar la buena nueva de Jesucristo a través de nuestras vidas. Este es el corazón de nuestro franciscanismo: vivir una vida orientada al Evangelio. Quienes somos, como individuos y como fraternidad, y en lo que hacemos, nos esforzamos por encarnar el mensaje de Cristo.